Historia de la moda
Siglo XVI
En el Renacimiento italiano se
acostumbraba por parte del género masculino el uso de capa corta y sin capucha,
birrete, sombrero con plumas y zapatos de punta roma y ancha. Las mujeres
también llevaban bullones y acuchillados en las mangas, y su gorguera rizada,
además de las faldas y sobrefaldas, jubones y corpiños, capas o mantos
rozagantes y su cofia para la cabeza.
A partir de la segunda mitad
del siglo, la creciente importancia de la monarquía española, impone en Europa
el estilo de la corte del emperador Carlos I de España, un estilo de gran
sobriedad, caracterizado por el uso de colores oscuros y prendas ceñidas, sin
arrugas ni pliegues y aspecto rígido, sobre todo en las mujeres en las que se
impone el uso del verdugado. En el borde superior de la camisa se usó un cordón
que dará lugar a la gorguera o lechuguilla.
Siglo XVII
En esta época domina la moda
francesa, tanto en hombres como en mujeres. Se utilizaban los calzones cortos
con medias de seda, chupa y casaca que, a mediados del siglo, se vuelve más reducida
y con pliegues laterales hacia atrás y mangas estrechas. Con la caída de la
dinastía francesa vuelve el traje simple y se llevan calzones ajustados hasta
media pierna, chaleco, corbata y casaca, faldones con cuello alto y vuelo,
pelucas empolvadas y rematadas por un lazo, incluso sombreros de tres o dos
picos. Después de la revolución, se deja el cabello largo y liso, sombreros de
copa alta cónica o en tubo, con alas cortas y más tarde zapatos con tacón de
color al que se añaden lazos o hebillas y botas altas con vueltas. La mujer
viste con painers o verdugados anchos y aplastados en los dos frentes, corpiño
acorsetado y escote con gasas o encajes. Polonesas, batas con cuello de encaje
y manga larga. En el traje francés, corpiño puntiagudo, mangas abolladas,
faldas rectas y abiertas, que luego son drapeadas con polizón y larga cola.
Cuello doblado, mangas tirantes hasta el codo con chorreras. Junto con la
revolución desaparece el vuelo de la falda y se imita a las vestiduras
clásicas: talle alto, chaquetilla corta con manga larga, falda con pliegues,
grandes escotes, chales y guantes largos. En cuanto al peinado, hacia atrás con
rizados que luego se hacen más altos y voluminosos con tirabuzones, lazadas y
plumas. Bonetes y sombreros de alas anchas. Zapatos con tacón alto y punta
estrecha, y luego de algún tiempo se pasaron a los bajos.
Siglo XVIII
En el siglo XVIII se destacan
como prendas masculinas las casacas francesas y las chupas (casacas de inferior
clase y algo estrechas), las chaquetillas, los calzones ajustados hasta la
rodilla, las corbatas en vez de las golillas, las pelucas y los grandes
sombreros. Mientras tanto, en las vestiduras femeninas continúa el mismo estilo
que en el siglo anterior y se adopta el uso de las mantillas para la cabeza. Se
llevaban también vestidos largos, grandes sombreros y sobre todo, la mujer se
caracteriza en las altas sociedad por llevar sobre su cuerpo un corsé, el cual
era una forma de demostrar su altura, entre otras cosas de esa época se usaban
anillos, y algunas veces guantes largos, collares y demás.
Siglo XIX
Durante este siglo fueron
propios el frac, la levita y el pantalón para los caballeros, y la mantilla de
seda y las peinetas para las señoras españolas. Tras la época napoleónica (de
1800 a 1820) en la que la silueta femenina mostraba una silueta esbelta con el
talle siempre alto, ceñido justo bajo el pecho, dejando el resto de la prenda
caer recta sobre el cuerpo, hubo un cambio drástico con el Romanticismo, que
dio paso al corsé que daba al talle forma de reloj de arena y
el miriñaque que ahuecaba las faldas amplias,
llegando a su apogeo durante 1860, causando que las damas no
pudieran pasear del brazo de su esposo o prometido. En 1870 fue sustituido por
el polisón que solo ahuecaba la falda por detrás y
que pasó de moda en 1890, cayendo desde entonces la prenda hasta el suelo sin
armazón alguno, aunque hasta 1900 las faldas fueron un poco acampanadas. Entre
1820 y 1914 hubo en el vestuario femenino occidental una clara distinción entre
vestidos de día, siempre con manga larga (aunque podían ser hasta el codo en
verano) y cerrados hasta el cuello, y vestidos de noche, siempre de manga corta
y muy escotados.
Siglo XX
Años 1900
La moda del siglo XX comienza en el año 1900 con la llamada silueta S, debido al corsé que empujaba los pechos hacia arriba, estrechaba la cintura y sus faldas ajustadas a la cadera y las ensanchaba en forma de campana al llegar al suelo. En el mundo laboral empiezan a incorporarse los trajes sastre y el corte con influencia masculina para las mujeres. Los vestidos seguían siendo largos, cubrían los zapatos, las plumas y los encajes hacían furor; destacaron los grandes sombreros, con infinidad de adornos y ornamentos. La moda prácticamente solo fue seguida por las clases altas y medias. En 1908, la silueta fue mucho más recta, sin marcar tanto la cintura, y se produjo una oleada de orientalismo debido a los diseños de Paul Poiret y los ballets rusos.
Década de 1910
En esta década se distinguen dos periodos:
Desde 1905 hasta comienzos de la
Primera Guerra Mundial, se caracteriza por ser el apéndice de la moda recargada propia de la
Belle Époque, así como por la aparición de una silueta que tiende hacia la verticalidad en la mujer (se ponen de moda los corsés rectos y largos y las faldas con poco vuelo y acompañadas de una sobrefalda) y al orientalismo. Las faldas de día se acortan hasta los tobillos, dejando a la vista los zapatos.
Aparece durante todo el conflicto antes citado y se caracteriza por la aparición de modas mucho más cómodas para la mujer (las faldas continúan acortándose hasta casi media pantorrilla y los cuerpos siguen la línea natural del cuerpo, sin corsé), debido al hecho de que éstas tenían que suplir la falta de mano de obra masculina en los puestos que estos antes ocupaban. Como causa de esta comodidad en el vestir, tendremos luego la moda
andrógina propia de los años veinte.